Aún recuerdo
esa primera vez, caminábamos por los pasillos del techado de san Fernando de un
lado al otro, creyéndonos todo lo que no éramos, y viviendo lo que no debíamos
vivir, éramos los Guns n’ Roses del comercial, (liceo técnico profesional de
San Fernando), éramos los malditos putos amos del lugar, éramos las estrellas
más brillantes de todo el hemisferio sur, éramos la banda que habría la noche,
en un evento que lo que menos tenia era rock, un concurso coreográfico, muy de
moda en esa época, pero poco nos importaba eso, solo queríamos tocar, más de
tres mil personas entraron ese día, no cabía un alma en las graderías y
nosotros ahí, con nuestros 15 años a cuestas, dispuestos a reventar el lugar
con nuestra música.
Miraba la cara
del Pablo, que por ese entonces era mi mejor amigo y bajista de la banda,
nervioso pero tranquilo, con su pinta de punk de los ’70 y una mirada perdida,
profunda y con esa lealtad pocas veces vista en un músico, y para que decir un
amigo, al lado de él, el Víctor, al que todos decíamos “el pescao”, nunca supe
porque, pero bueno, era un buen tipo, pero a decir verdad, era el único que no
encaja en la banda, era el guitarrista de la banda, segundo guitarrista según
yo, pero lo digo hoy, el tocaba muy mal, pésimo, y yo, bueno, yo tocaba peor…
el más tranquilo de todos, era mi hermano del alma, el Pancho, baterista con ya
algún recorrido, de hecho era el único de la banda que ya había tocado en vivo,
no una, sino que varias veces, tal vez por eso era el más tranquilo de los
cuatro, pero en el fondo, y esto me lo confeso un par de años después, estaba
tan cagado de miedo como yo.
Faltaban solo
minutos para la presentación de “The Rock Masters”, si, ese era el nombre que
llevamos, con orgullo y con soberbia, una puesta en escena de banda glam de
finales de los ’80, ropas un poco grunge, y una actitud de desafío y sin miedo…
yo estaba todo cagado, pero no podía permitir que los demás lo descubrieran,
era el líder, el vocalista, la cara de la banda, el Axl Rose del comercial…
seguíamos paseándonos por los pasillos del techado de San Fernando, ya las tres
mil personas se comenzaban a impacientar, se escuchaban silbidos, era algo así
como el estadio, pero con la acústica espectacular de ese recinto, cuando de
pronto comienza la música, típica música de baile de la época, y sale él, el
animador más cool de la época, el keno, (o algo así se llamaba), era del
comercial, pero lo contrataban para todos los eventos estudiantiles de esa
época, todos los liceos lo querían en sus fiestas, y bueno, el tipo tenía buena
pinta y una onda tipo huevo Fuenzalida en la época del extra jóvenes, con una
introducción que la verdad poco se entendió, mis compañeros de curso nos
dijeron, que nos apuráramos, por que la cosa ya había empezado, sin más ni más
corrimos hasta el centro de la pista, tomamos nuestros instrumentos y
esperamos, fueron algo así como 40 segundo, pero pasaron tan lentos, que
pareció una hora…
Se encienden
las luces, un aplauso bien tibio, que paso a un silencio que casi penetraba por
toda la bulla que se escuchó cuando el Keno había salido en escena, le subo el
volumen a mi guitarra y el Pancho da esos tres golpes con las baquetas, y el
estadio casi se reventó cuando comenzaron a sonar los acordes de “Proud Mary”
de los Creedance, fue algo único, todos los nervios, toda la sensación de
ansiedad de cerca de seis meses que estuvimos ensayando solo para ese momento,
habían llegado a su punto más alto, comencé a cantar, y los retornos llegaban a
tirarme viento de lo fuerte que sonaban, mi voz, si, mi desafinada voz estaba
saliendo con todo el volumen posible y había tanta gente en frente mío, que no
podía distinguir las caras, las expresiones o si les estaba gustando o no, el
estruendo era tremendo, todo sonaba muy fuerte, era la sensación más bacán que
había sentido en toda mi vida, esa primera vez no fue como la de la mayoría que
conozco, no fue en una tocata, no fue frente a mis amigos, no fue con amplis
pequeños y con sonido defectuoso, fue todo lo contrario, tres mil personas, un
volumen que reventaba los oídos, y nosotros ahí, justo ahí, en el medio de
todo, tocando tan mal como nos era posible, pero con una onda y unas ganas que
pase de cantar a gritar… cuando terminamos la primera canción, se escuchó el
estruendo, todos gritaron y aplaudieron, no nos estaba yendo mal (al parecer), luego
del silencio, vinieron los acordes mágicos, sol re do, y comenzábamos a tocar
Knockin’on heaven’s door y ufffff, fue tremendo, con esa canción no te puede ir
mal, y no nos fue mal, salimos victoriosos en nuestra primera vez, entre fríos
aplausos y gritos de algunas chicas, entre la incertidumbre y desconcierto sin
saber si lo habíamos hecho bien o mal, pero con la convicción de que ese era el
camino, ese era nuestro sueño, hasta el infinito y más allá, a no parar más y a
seguir con la segunda parte de la música, la creación, nos prometimos lealtad
eterna, nunca dejar de tocar, pasaron muchas cosas en el camino, pero esa es
una historia muy larga, que la iré contando de a poco, un paso a la vez, por
ahora solo les diré, que mi primera vez fue extraordinaria, tal vez por eso nos
costó tanto asimilar las derrotas, pero como dije, esa historia es para
después… gracias por leerme, si es que llegaron hasta aquí, he vuelto a esta
locura que empezó hace unos años, amo escribir, nunca debi dejar de hacerlo… como
siempre, rock, poesía y muerte…
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